Grandes Discípulos del Buddha: Anuruddha

Lun, 01/08/2011 - 13:17
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En esta reseña Maggacitta nos relata la vida de Anuruddha, quien fue uno de los principales discípulos del Buddha y que era preeminente en poderes psíquicos.

Los primeros años de su vida y su ordenación monástica

Anuruddha, al igual que Ānanda, era un noble del clan de los sakyas y era también primo del Buddha. Anuruddha y Ānanda fueron engendrados por el mismo padre, el príncipe sakya Amitodana, aunque no debieron tener la misma madre, ya que los textos no se refieren a ellos como hermanos y dan a entender que crecieron en distintos hogares. El auténtico hermano de Anuruddha era Mahānama el sakya, y tenía también una hermana llamada Rohini.

Como cualquier varón perteneciente a un clan aristocrático, Anuruddha creció rodeado de toda clase de lujos. Los primeros años de su vida los pasó en la gozosa búsqueda de placeres y prestando poca atención al significado y propósito de la existencia.

El momento decisivo de su vida aconteció poco después de que su primo el Buddha visitara Kapilavatthu. Mediante su ejemplo y enseñanza, el Buddha había animado a muchos de sus familiares a abrazar la vida sin hogar. Un día, el hermano de Anuruddha, Mahānama, reflexionaba sobre el hecho de que ningún miembro de su propia familia había hecho tal cosa. Entonces se acercó a Anuruddha y le comunicó sus pensamientos. Pero Anuruddha objetó: “Pero yo he sido delicadamente nutrido; no soy capaz de renunciar a la vida de familia para adoptar una sin hogar. Renuncia tú”.

Mahānama, entonces, le explicó gráficamente las responsabilidades que tendría que aceptar si elegía la vida de un propietario: “Primero se han de arar los campos para después sembrarlos, luego hay que llevar agua hasta ellos, que más tarde hay que extraer, y también hay que desarraigar las malas hierbas. Hay que recolectar la cosecha cuando madure, trillarla, aventar la paja, etc.... Y lo mismo se ha de hacer al año siguiente, y al otro”.

Anuruddha preguntó: “¿Y cuándo se acaba el trabajo? ¿Cuándo se podrá divisar el fin de la tarea? ¿Cuándo podremos divertirnos, libres de preocupaciones, equipados con las cinco cuerdas de placer sensual?

Su hermano respondió claramente: “La tarea no tiene fin, mi querido Anuruddha. Jamás se divisará el final de la misma. Incluso cuando nuestros padres y nuestros abuelos fallecieron, no se pudo parar la faena”.

Para cuando su hermano acabó de hablar, Anuruddha ya estaba decidido. El pensamiento del ciclo interminable de esfuerzo y de trabajo duro y del ciclo aún más vicioso del renacimiento, despertó en el joven un sentimiento de urgencia. Se vio a sí mismo obligado a luchar incesantemente en cada momento de su vida, para después morir y nacer en algún otro lugar, una y otra vez en un ciclo interminable. Frente a esta idea, su vida presente le pareció insípida y carente de sentido y la única alternativa prometedora era seguir a su hermano abrazando la vida sin hogar y esforzándose por cortar con el repetido ciclo del devenir.

El ejemplo de Anuruddha indujo también a otros príncipes a seguir al gran pariente, el Buddha, uniéndose a la fraternidad de monjes. Así pues, cuando llegó el día señalado, seis príncipes sakyas junto con Upali, el barbero de la corte, se pusieron en camino dejando atrás sus hogares. Los sakyas que integraban el grupo eran Bhaddiya, Anuruddha, Ananda, Bhagu, Kimbila y Devadatta.

Cuando llegaron ante el Maestro le pidieron la ordenación, añadiendo: “Señor, nosotros, los sakyas, somos gente orgullosa. Upali, este barbero, nos ha servido durante muchos años. Por favor, ordene primero a Upali. Siendo entonces nuestro superior, deberemos saludarle y tratarle como corresponde a su posición y nuestro orgullo se verá humillado”. El Buddha hizo tal como se le pedía y los siete hombres recibieron la ordenación, siendo Upali el primero en recibirla.

El Camino Espiritual de Anuruddha

El camino espiritual de Anuruddha está marcado por dos importantes características: el ojo divino y su cultivo de los cuatro fundamentos de la atención (satipatthāna). El ojo divino es la capacidad de ver más allá del alcance del ojo físico, detrás de las barreras y en diferentes dimensiones de la existencia. Anuruddha podía abarcar hasta un millar de universos. El ojo divino se desarrolla mediante el poder de la meditación, no es un nuevo órgano sensorial sino un tipo de conocimiento, un conocimiento que ejercita, de todos modos, la función ocular.

El ojo divino plenamente desarrollado es capaz de iluminar todo el panorama de la existencia de los seres sintientes –extenderse por miles de universos y abarcar desde los paraísos más elevados hasta los infiernos más profundos-  revelando asimismo las leyes kammicas que gobiernan el proceso de renacimiento. Los discípulos que han desarrollado el ojo divino pueden percibir regiones de universos sintientes que escapan a nuestros telescopios más potentes.

La otra faceta principal del camino espiritual de Anuruddha era la ardua práctica de satipatthāna, los cuatro fundamentos de la atención:  “Aquí un monje mora contemplando el cuerpo en el cuerpo… las sensaciones en las sensaciones… la mente en la mente… los fenómenos mentales en los fenómenos mentales, ardiente, comprendiendo claramente y atento, habiendo eliminado la codicia y el pesar con respecto al mundo”.

Anuruddha decía también que satipatthāna le había permitido ganar un control perfecto sobre las reacciones emotivas, lo que se llama el “poder de los nobles” (ariyaiddhi), mediante el cual uno puede contemplar lo repulsivo como no repulsivo, lo no repulsivo como repulsivo, y percibir ambos con ecuanimidad. Subraya, además, la importancia de esta práctica diciendo que quien descuide los cuatro fundamentos de la atención, ha descuidado el camino noble que conduce a la extinción del sufrimiento, mientras que quien los practique habrá emprendido el camino noble que conduce a la extinción del sufrimiento.

En una ocasión en la que Anuruddha cayó enfermo, dejó atónitos a los monjes con su ecuanimidad para soportar el dolor. Tras preguntársele cómo era capaz de soportar tan serenamente el dolor, Anuruddha respondió que su serenidad se debía a la práctica de la atención cuádruple. En otra ocasión, Sāriputta visitó a Anuruddha al atardecer y le preguntó qué era lo que estaba practicando para que su rostro irradiara siempre tanta felicidad y serenidad. Anuruddha dijo, de nuevo, que dedicaba su tiempo a practicar asiduamente los cuatro fundamentos de la atención y que era éste el modo en el que vivían y practicaban los Arahants.

En cierta ocasión en que Anuruddha realizaba sus prácticas meditativas pensó, en su contemplación, que había siete pensamientos dignos de ser apreciados:

"Este Dhamma es para quien tenga escasos deseos, no para quien tenga muchos. Este Dhamma es para quien permanezca satisfecho, no para quien esté descontento. Este Dhamma es para quien prefiera la soledad, no para quien sea gregario. Este Dhamma es para quien tenga energía, no para el perezoso. Este Dhamma es para quien permanezca atento, no para el confundido. Este Dhamma es para quien esté concentrado, no para quien esté disperso. Este Dhamma es para quien sea sabio, no para el necio".

Cuando el Buddha percibió con su mente los pensamientos de Anuruddha, se apareció ante él en un cuerpo mental y le aplaudió: "¡Bien, Anuruddha, bien! Has considerado correctamente siete pensamientos de un gran hombre. Ahora puedes considerar el octavo: 'Este Dhamma es para quien se incline ante lo no difuso, para quien se deleite en lo no difuso, no para quien se incline ante la dispersión mundana y se deleite en ella'"

El Buddha le dijo entonces que si contemplaba esos ocho pensamientos, sería capaz de alcanzar a su antojo las cuatro abstracciones meditativas. Después de ese logro ya no se vería afectado por las condiciones mundanas. Esa vida tan simple haría que su mente se sintiera gozosa e imperturbable y por consiguiente, sería favorable para su logro del Nibbāna.

Durante esa misma estación de lluvias, alcanzó la liberación mental de toda corrupción. En la hora de su logro, el Venerable Anuruddha pronunció los siguientes versos en los que expresa su gratitud al Maestro:


El Maestro que en el mundo no tiene igual,

tras comprender la intención de mi mente,

vino a mí mediante su poder psíquico

en el vehículo de un cuerpo mental.
 

Cuando surgió en mí la intención,

me confirió una enseñanza más.

El Buddha, que se deleita en lo no difuso,

me dio instrucciones sobre lo no difuso.
 

Habiendo comprendido su Dhamma,

moré deleitándome en su Enseñanza.

He alcanzado los tres conocimientos,

he llevado a cabo la Enseñanza del Buddha.

La Vida en el Sangha

Del Canon Pali se deduce que Anuruddha, a diferencia de otros monjes como Sāriputta, Mahāmoggallāna y Ananda, prefería una vida de silenciosa reclusión a una de implicación activa en los asuntos del Sangha. Al igual que el Venerable Mahākassapa, tenía una marcada inclinación por las prácticas ascéticas. De sus prácticas ascéticas cabe mencionar la práctica del que se sienta, que es el voto de no acostarse, es decir, dormir mientras se permanece sentado en meditación. Quizá, debido al poder de su abstracción meditativa, era capaz de refrescar su mente, de tal modo que el dormir se había vuelto innecesario. En un verso, el mismo Anuruddha da a entender que no ha dormido durante veinticinco años.

Aunque el Venerable Anuruddha prefería la soledad a la compañía, no era totalmente un recluso. El Buddha afirma en un sutta que el anciano tenía algunos discípulos a quienes adiestraba en el desarrollo del ojo divino. También mantenía conversaciones sobre el Dhamma con otros monjes y con los seguidores laicos eruditos.

El relato más conocido sobre las amistades de Anuruddha es el que recoge el Sutta Culāgosinga. Una vez, cuando Anuruddha moraba en el Bosque de Cosinga  con sus amigos Nandiya y Kimbila, el Buddha les visitó. Tras presentar sus respetos al Maestro, el Bienaventurado preguntó a Anuruddha si él y sus compañeros vivían en armonía. Anuruddha respondió: “Sin duda, Señor, vivimos en concordia, con mutua apreciación, mezclándonos como la leche y el agua, mirándonos unos a otros con ojos bondadosos”.

El Buddha preguntó a continuación cómo conseguían mantener una armonía tan absoluta. La respuesta de Anuruddha fue una lección perfecta sobre el tan engorroso arte de las relaciones interpersonales: Lo consigo pensando: “¡Cuán bendecido y cuán afortunado soy de estar viviendo en la vida santa con semejantes compañeros! En todas mis acciones de cuerpo, palabra y pensamiento mantengo el amor afectuoso hacia ellos y considero: `Permitid que deje de lado mis propios deseos para hacer lo que estos Venerables seres deseen hacer´. De este modo, aunque somos diferentes en cuerpo, somos uno en mente”.

El Parinibbāna del Buddha y lo que Ocurrió Después

Según referencias del Sutta Mahāparinibbāna, el Venerable Anuruddha estuvo presente en el momento de la muerte del Buddha y desempeñó una función capital en los asuntos del Sangha recientemente huérfano.

Cuando el Iluminado falleció, muchos de los monjes presentes lloraban y se lamentaban por la muerte del Maestro. Pero Anuruddha les exhortó recordándoles la impermanencia: “¡Ya basta, amigos! ¡No sollocéis, no os lamentéis! Pues, ¿acaso no ha declarado el Buddha que con todo lo que es querido y apreciado ha de haber cambio, separación y ruptura? Con respecto a lo que ha surgido, que ha tomado existencia, que es compuesto y sujeto a la decadencia, ¿cómo puede uno decir: “¡Que no caiga en la disolución!?”.

Anuruddha y Ananda pasaron el resto de la noche al lado del difunto Maestro. Por la mañana, Anuruddha rogó a Ananda que anunciara la muerte del Bienaventurado a los señores que vivían en el pueblo vecino de Kusinara. Éstos acudieron inmediatamente y prepararon la pira funeraria.     

Tres meses después de fallecido el Buddha, se organizó el Primer Concilio con miras a enumerar y codificar las enseñanzas. En ese concilio participarían quinientos Arahants. Ananda, debido a su prodigiosa memoria y a su convivencia directa como asistente del Maestro durante veinticinco años, tenía que participar en dicho concilio, pero había un problema: Ananda no había alcanzado el estado de Arahant que le permitiría participar en el concilio.

Por consiguiente, los monjes ancianos, encabezados por Anuruddha, le instigaron para que hiciera un esfuerzo concentrado y se abriera paso a través de las últimas trabas hasta lograr la liberación final. Al poco tiempo, Ananda pudo cumplir con su propósito, y siendo ya un Arahant, pudo participar en el concilio, para bien del Sangha y para bien de todos los que buscan un camino de liberación.

La liberación de Ananda, instigado por su primo Anuruddha, es también una bendición para nosotros, incluso hasta nuestros días. Tenemos una gran deuda de gratitud hacia estos dos grandes seres.

En cuanto a la muerte del Venerable Anuruddha, no se conoce mas que la serena estrofa final de las veinte que se recogen en el Theragāthā:

En Veluva, el pueblo de los Vajjianes,

bajo la espesura de los bambús,

libre de corrupción, pasaré al Nibbāna

cuando mi fuerza vital quede agotada.